Volar sin alas. La inesperada virtud de la ceguera

Dr. José Manuel Rodríguez Pérez

"Just because a man lacks the use of his eyes doesn’t mean he lacks vision."

Stevie Wonder

Es indudable que el mayor enemigo a vencer para todos y cada uno de los oftalmólogos es la ceguera; sin embargo, todos y cada uno sabemos que, en ocasiones, esta batalla está perdida: ya sea por una intervención tardía, un violento trauma o la inminencia de una enfermedad genética nombrada en honor de su descubridor que, cual si fuera una antigua maldición, coloca las palabras “ciego, tarde o temprano” en la frente del paciente apenas nacido. Una perspectiva lúgubre ¿no? Sin embargo, como muchas cosas lúgubres, la ceguera esconde inesperadas historias de grandes artistas que han dejado su huella bajo distintas formas; y es justamente por aquí por donde vamos a empezar.

 

Imaginemos un momento una plaza bañada por los rayos del sol y acariciada por el cálido viento del mediterráneo; edificios de piedra, terracota y mármol cercan un espacio rectangular pero quedan ocultos por el transitar de vendedores, campesinos, soldados, nobles y plebeyos. Mientras se anda por aquel lugar, los gritos de merolicos y vendedores se entrelazan en nuestros oídos:

 

Φέρτε κρασί από το Ἀλκμαίων, το καλύτερο σε όλη την Ελλάδα! (¡Lleve vino de Alcmeón, el mejor vinicultor de toda la Hélade!)
Τυρί Σπάρτης, αγοράστε τυρί Σπάρτης, το αγαπημένο των παιδιών του Άρη! (¡Queso de Esparta, compre queso de Esparta, el favorito de los hijos de Ares!)

 

En medio del bullicio, hay una fuente de aguas claras, rodeada por olivos, donde los transeúntes se detienen a refugiarse del clima, a llenar sus cántaros, pero sobre todo a escuchar. Un anciano reposa sobre una piedra bajo aquellos sendos árboles: su túnica es la de un vagabundo, no tiene joyas ni armas, solo un pedazo de madera que usa como bastón y a un buen samaritano que guía sus pasos, pues sus ojos no pueden ver nada. Para recaudar algunas monedas continúa la historia que ha contado una y otra vez, día tras día: “Entonces Odiseo de Ítaca dijo: Cíclope, me preguntaste mi nombre. Te lo diré. Mi nombre es Nadie. Nadie es como me llaman mi madre y mi padre y todos mis amigos.” [1]

Aunque es poco lo que podemos saber de este personaje donde se funden mito y realidad, Homero (Imagen 1) se ha ganado el título del “artista ciego” por antonomasia; no solo porque se sobrepuso a su padecimiento en una época menos amigable con la discapacidad, sino porque sus historias aún son arquetipo para la sociedad occidental. Es por primera vez que podemos identificar al ciego como una figura que guarda cierto misticismo: sus ojos se han cerrado al mundo, pero pueden ver algo que nosotros no.

 

Por aquellos días aparecen también otras historias que le dan un giro a la ceguera: por un lado tenemos a Edipo, rey de Tebas, quién, pese a sus intentos de huir al destino, termina por dar muerte a su padre Layo y compartir, sin saberlo, el lecho con su madre Yocasta. Es tanto su horror al darse cuenta de su transgresión antinatural que decide arrancarse los ojos. Una forma de castigarse por “ser ciego” a las cosas más naturales del mundo.

Es curioso que la persona en revelar el terrible secreto al rey fue precisamente otro ciego, Tiresias, quien fue cegado por los dioses al hacerse consciente del placer carnal de su mujer. Irónicamente, este divino padecimiento le otorgaría el don de un “tercer ojo invisible” capaz de ver el futuro, el pasado y todo lo que es vedado a los ojos materiales.[2]

Ahora bien, en los años que han pasado entre la composición de los himnos homéricos y el día que se publica este artículo, ha habido algunos personajes notables que han superado a la invidencia para tener vidas extraordinarias, imprimiendo su sentir en eternas obras literarias o cantándolas en el subtexto de melancólicas canciones de blues.

 

En Londres, hacia el año 1652 un poeta, ensayista y republicano acérrimo escribió:

 

Cuando pienso como mi luz se agota tan pronto en este oscuro y ancho mundo, y ese talento que es la muerte yace en mí alojado e inútil aunque mi alma se ha inclinado para servir así a mi Creador, y presentarle mis culpas y ganar su aprecio, ¿qué trabajo le mandaría ya que me negó la luz?

 

Soneto XIX (When I consider how my light spent) [3]

 

John Milton, perdió la vista en estos años; se desconoce la causa exacta aunque se teoriza que fuera un tumor hipofisario o glaucoma. Pasaba sus días recluido en su casa, por decreto de la recién restaurada monarquía, y fue en ese encierro que concibió el poema épico más representativo de la lengua inglesa “El paraíso perdido” que relata la caída de Lucifer y la expulsión de Adán del jardín del Edén.

 

¿Cómo escribe un ciego? Te estarás preguntando ahora; con mucha ayuda sería la respuesta corta. Milton fue padre de 9 hijos de quienes se sirvió para continuar su obra literaria pese a haber perdido la luz. Extremadamente versado, había enseñado a sus hijas a leer griego, lo cual le garantizó no perder acceso a sus fuentes clásicas de conocimiento. Y así, hacia 1665, terminó su obra cumbre, pensada por las noches y dictada por las mañanas. De la misma forma terminó otras 2 obras, “El paraíso recobrado” y “Sansón agonista”. En este última quedó impreso su don doloroso que nunca desapareció, y a través del juez bíblico nos permite escuchar un pensamiento que seguramente revoloteaba todos los días en su mente y corazón: «Sea la luz», y fue la luz el todo;  ¿por qué me niegas tu primer decreto? [4]

Algo diferente es el caso de uno de los compatriotas de Milton, James Holman (Imagen 2), el llamado “Gran Ciego Viajero” quién quedó ciego a sus 25 años. La causa exacta no ha sido identificada, pero según sus propias palabras fue una enfermedad probablemente reumática que atacó primero sus articulaciones para luego quitarle la vista; un verdadero rompecabezas para los uveólogos. Aún hundido en la oscuridad, Holman estudió medicina en Edimburgo y al finalizar fue admitido en la Sociedad Médica de Londres. Pero no se detuvo allí, su labor artística le valió la entrada a la Royal Society of Arts, donde publicó sus afamadas obras, sus diarios de viaje. Gracias a la pensión vitalicia de los Naval Knights of Windsor, de los que formaba parte desde su tiempo en la marina, dedicó los siguientes años de su vida a viajar por el mundo. [5]

Entre 1819 y 1822, por la mitad de Europa, publicó su primer diario (dictado obviamente), un éxito inmediato entre la sociedad victoriana. En 1825 partió en un segundo viaje por el este del continente hasta alcanzar el suelo permafrío de Siberia. Finalmente, entre 1827 y 1832 consiguió circunnavegar el globo, de oeste a este, de Tenerife a Brasil, de Madagascar a Zanzíbar y después a Tasmania; y fue precisamente su ceguera lo que le dio una visión diferente de este ancho mundo que le quedaba tan pequeño. Podía reconocer características de los lugares a través de la vibración que producía su bastón al golpear el suelo, deducía el estatus social de alguien al escuchar el sonido de sus pasos, describía esculturas y edificios al pasar sus manos sobre ellos. En palabras de uno de sus amigos: “no tenía visión en los ojos, pero tenía ojos en el resto de su cuerpo: tenía ojos en su boca, en su nariz, en sus orejas y en su mente”. Muestra de ello es este fragmento:


Los sonidos de la selva brasileña eran una sinfonía para mis oídos. Los cantos de aves exóticas, el susurro de las hojas y el rugido distante de una cascada crearon una imagen vívida en mi mente. Mis guías describieron los colores vibrantes de la flora y fauna, pero para mí, fue la riqueza del paisaje auditivo lo que pintó la escena. [6]


En última instancia, este otro fragmento de sus diarios nos da unas pinceladas de como sus ojos miraban mas allá de lo aparente:


Viajar a ciegas presenta su propio conjunto de desafíos, pero también ofrece una perspectiva diferente. Sin la distracción de la vista, uno se vuelve muy consciente de otros sentidos. El sonido de un mercado bullicioso, el aroma de especias exóticas, la sensación del adoquín bajo los pies: todas estas experiencias se intensifican. Mi ceguera, lejos de ser un obstáculo, ha sido una puerta de entrada a una forma de exploración más profunda e inmersiva. [7]

Finalmente, la música no se queda sin ejemplos de estas perspectivas, y muy seguramente ya está sonando en tu cabeza la voz del gran Andrea Bocceli, cuya historia es ciertamente inspiradora mas no es la única. Joaquín Rodrigo, por ejemplo, quedó ciego a los tres años pero aun así compuso una de las mayores obras en guitarra del siglo XX, su concierto de Aranjuez. Sin embargo, si hay tres géneros que imprimen en sus notas la historia de sus compositores son el blues, el jazz y por supuesto el soul.


Ray Charles (1930-2004) perdió la visión por lo que los oftalmólogos de su momento consideraron glaucoma infantil; pero esto no le impidió convertirse en un prodigio del piano. Su práctica constante y un golpe de suerte le permitieron grabar su primer disco hacia el final de la década de 1940 y para 1951 ya tocaba su primer Top 10 en los Estados Unidos. Se convirtió en uno de los pioneros del soul, combinando ritmos de gospel, blues y jazz. Charles llegaría a afirmar:


Being blind has not been a handicap to me. I can still do most things I want to do. I think I’ve got a pretty good imagination. I can visualize things in my head. I can see them as clearly as if they were right in front of me.


Por otro lado, para los cantantes de blues, la ceguera era parte de su personalidad, como es el caso de “Blind” Willie Johnson (Imagen 3), quién fue cegado por su madrastra con lejía después de que su padre la golpeó al encontrarla con otro hombre. Willie aprendió a tocar la guitarra de 12 cuerdas y se paraba en las esquinas de Brenham, Texas, para llevar algo mas de dinero a casa; y, aunque su situación nunca mejoró realmente, logró grabar hasta en 30 ocasiones dejando un legado que inspiró a múltiples artistas posteriores como Led Zeppelin y Bob Dylan. Johnson expresó que su ceguera le permitió concentrarse más en su música y en sus creencias espirituales. Sentía que la ceguera le había dado una claridad interna y una conexión más profunda con su fe, lo que se reflejaba en sus poderosas interpretaciones de gospel blues. [8]


Todos estos ejemplos, y los no mencionados, desde la cálida Grecia hasta la urbanidad tejana, no pueden sino recordarnos las palabras de Hegel “La chouette de Minerve prend son envol au crépuscule.” [9] Pues quizá, en muchas ocasiones, es solo durante las tinieblas (literales en este caso), que una inesperada sabiduría puede eclosionar dentro de nuestra alma para convertirse en un ave que nos permitirá elevarnos hasta confines insospechados y que las circunstancias hacen parecer inalcanzables. Es así como, con franco temor a sonar como un filósofo aficionado, amablemente te pido: no subestimes al ciego, quizás él es capaz de ver cosas con las que nosotros ni siquiera nos atrevemos a soñar.

  1. Homero, H. (2023). La Odisea. Bambu.
  2. Graves, R. (2003). Los mitos griegos. Ariel.
  3. Milton, J. (2013). The minor poems of John Milton. Wildside Press.
  4. Pattison, M., & Milton, J. (2019). Samson agonistes: : A dramatic poem / Milton by Mark Pattison (Barry, Ed.). Independently Published.
  5. Holman, J. (2017). A voyage round the world: Including travels in Africa, Asia, Australia, America etc. From 1827 – 1832; Volume 2. Andesite Press.
  6. Holman, J. (2013). Travels in Madeira, Sierra Leone, teneriffe, st. Jago, cape coast, Fernando Po, princes island, etc. Etc. Theclassics.
  7. Holman, J. (2022). Travels through Russia, Siberia, Poland, Austria, Saxony, Prussia, Hanover, & C. & C: Undertaken during the years 1822, 1823 and 1824, while suffering from total blindness, and comprising an account of the author being conducted a state prisoner from the. Legare Street Press.
  8. Hephaestus Books. (2011). Articles on blind musicians, including: Blind Blake, blind Willie McTell, blind lemon Jefferson, W. c. handy, doc Watson, ray Charles, sonny Terry, Jeff Healey, blind boy fuller, blind Willie Johnson, Robert bradley’s Blackwater surprise. Hephaestus Books.
  9. Bavcar, E. (2009) L’aveugle et le philosophe ou Comment la cécité donne à penser. Publications de la Sorbonne.

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